Ud. escribió preguntando si ¿Alguien que pecó debe
ser excomulgado? En toda la Biblia encontrarás que la separación del pecado es obligatoria. Las
cosas de Dios deben permanecer puras. No estoy hablando aquí sobre la
naturaleza pecaminosa que todos traemos incluso después de ser salvos, sino
sobre el pecado como algo específico. Tampoco es una cuestión de pecados en el
pensamiento o algo común como estar enojado con un atasco en el tráfico, sino
lo que realmente puede manchar un testimonio público, como robo, adulterio, fornicación,
homicidio, etc. Y mucho más el pecado recurrente.
Quizá tu dificultad para entender esté en el
hecho de que pertenece a alguna denominación, y en las denominaciones la forma
de tratar con el que ha pecado no es exactamente la forma bíblica. Digo esto
porque en las denominaciones existe el concepto de "hacerse miembro de la
iglesia", que es un proceso en el que la persona se sujeta a los estatutos
de esa religión, acepta diezmar y generalmente es recibido a través del
bautismo. En algunos, incluso recibe una tarjeta para demostrar que es un
"miembro de la iglesia". Entonces, cuando peca, es expulsada "de
la iglesia", excluida de la "lista de miembros" y, a veces,
incluso prohibida la entrada al recinto del "templo". A veces, en el
proceso, se lleva a cabo una humillación pública que incluye burlas y personas
mirando con la nariz levantada al pecador. Nada de esto podría estar más lejos
de la verdad de las Escrituras.
Somos hechos miembros del cuerpo de Cristo, que
es la iglesia cuando creemos. Esto no es decidido por ningún hombre, sino es
Cristo quien nos agrega como miembros de la iglesia, que es su cuerpo.
Hechos 2:47 Y el SEÑOR [y ningún hombre] añadía
cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
No es el bautismo ni ninguna iniciativa humana lo
que nos hace miembros de la iglesia que es el cuerpo de Cristo, sino que es el
mismo Señor quien hace eso. Y una vez que eres miembro de su cuerpo, eso es
algo que nunca lo perderás. Nadie puede agregar a alguien al cuerpo y nadie
puede quitar un miembro del cuerpo, ni siquiera la misma persona que creyó en
Cristo.
Una vez que es parte del cuerpo de Cristo la
persona puede desear estar en comunión con los santos, y eso se da al
participar de aquello que expresa la comunión: la mesa del Señor. Cuando
queremos demostrar comunión a alguien, invitamos a esa persona a venir a
nuestra casa a comer con nosotros, y así es en las cosas de Dios. Por supuesto,
no invitaremos a un libertino a sentarse en nuestra mesa para avergonzar el nombre
de la familia, por eso tomamos algunos cuidados. Esos cuidados también son
tomados para recibir a alguien a la comunión en la mesa del Señor para
participar da la Cena del Señor.
El lugar de comunión de la asamblea o iglesia es
la mesa del Señor, porque es allí donde expresamos la comunión con el Señor y unos
con otros en el partimiento del pan. Un testimonio no sería apropiado si las
personas notoriamente contaminadas por pecados graves comen al lado de otros
hermanos, de ahí el orden de 1 Corintios 5, para que los cristianos ni siquiera
coman con aquellos que diciendo ser hermanos estuvieren en pecado.
Aquellos que están en comunión en la mesa y caen
en pecado no son excluidos del cuerpo de Cristo o expulsados de una "organización
religiosa" que no existe en la Biblia, sino que simplemente no participan de
la cena del Señor en la mesa del Señor. Pueden continuar asistiendo a las reuniones,
pero en un estado de separación y los hermanos saben que no es alguien con
quien deben mantener una relación de confianza o de besos y abrazos. Es alguien
que está en disciplina por causa del pecado.
El pasaje en 1 Corintios 5 es muy claro y muestra
que hubo un pecado grave entre los corintios, un hombre que dormía con su
madrastra. Todos sabían y continuaban normalmente en comunión con él sin tomar
ninguna acción. Los corintios estaban tan orgullosos que pensaban que sus
decisiones eran correctas, sin importar si estaban o no de acuerdo con los
pensamientos de Dios.
1 Cor 5: 6-13 No es buena vuestra jactancia. ¿No
sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?
Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como
sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.
Así que celebremos la fiesta, no con la vieja
levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin
levadura, de sinceridad y de verdad.
Os he escrito por carta, que no os juntéis con
los fornicarios;
no absolutamente con los fornicarios de este
mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal
caso os sería necesario salir del mundo.
Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno
que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente,
o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.
Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los
que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?
Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad,
pues, a ese perverso de entre vosotros.
La orden es clara: primero, al saber del pecado,
debemos humillarnos para no sentirnos mejor que el que pecó, y tener cuidado de
no ser conducidos a pecar nosotros mismos. La levadura debe sacarse de la masa
para evitar contaminar a otros (la levadura siempre es un símbolo de pecado en
la Biblia). La separación de la que habla aquí es interna, en la comunión de la
mesa del Señor, y no de los incrédulos en general, porque si ese fuera el caso,
tendríamos que abandonar el mundo. Sino de aquel que se dice hermano y vive en
pecado, debemos separarnos y ni siquiera comer junto con él. Finalmente, debe
ser sacado de entre los cristianos en la asamblea, ósea excluido de la comunión
o excomulgado.
La idea de que debemos perdonar, soportar, etc.
Es muy importante, pero es solo una parte de lo que la Biblia enseña. Sí, debe
haber un sentimiento de perdón, pero también debe haber disciplina. No crías un
hijo moralmente sano haciendo la vista gorda ante sus errores y dejándolo sin
disciplina. Él necesita sentir el daño que causó.
Heb 12: 6-11 Porque el Señor al que ama,
disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a
hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual
todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres
terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos
mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad.
Es verdad que ninguna disciplina al presente
parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de
justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Cuando un padre encuentra a un hijo en una falta
y lo disciplina, es doloroso y humillante, pero es parte del proceso de
corrección y curación. Es necesario sentir la gravedad del error o no habrá
restauración. Así, la asamblea, a través de los hermanos que tienen el cuidado
y las responsabilidades de estas cosas, tratará en forma reservada con el que
pecó, excluyéndolo de la comunión de la mesa del Señor y colocándolos bajo
observación. La asamblea debe ser informada públicamente de que la persona está
siendo colocada fuera de la comunión por un pecado moral, doctrinal, etc.,
siempre comunicando esto de manera genérica y sin entrar en detalles sobre el
pecado. Los detalles deben ser tratados de manera reservada y por hermanos más
experimentados, porque dependiendo del pecado, la mera conversación al respecto
podría influenciar negativamente en los más nuevos de la fe.
Periódicamente, el que está en disciplina debe
ser visitado por hermanos responsables y experimentados, y si se trata de una
hermana que ha caído en pecado, siempre deben estar acompañados por la esposa
de uno de ellos. Tal cuidado es extremadamente importante, especialmente cuando
sabemos que en las denominaciones religiosas hay una gran cantidad de
"pastores" que caen en pecado por aconsejar solos a las hermanas que
experimentan algún problema.
Disciplinar a alguien por el pecado no significa
que esa persona deba ser aborrecida de todo contacto, inclusive de aquel que
tenga por fin llevarla al arrepentimiento y restauración. En 2 Corintios 2
vemos que la reprensión hecha por muchos tuvo un efecto en el hombre que pecó,
porque está listo para ser restaurado, incluso con la asamblea usando su poder
para perdonar administrativamente a un ofensor. No se trata del perdón eterno
de los pecados, que solo cabe a Dios, sino del perdón administrativo en la
relación entre los hermanos.
2 Corintios 2: 5-11 Pero si alguno me ha causado
tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar)
a todos vosotros.
Le basta a tal persona esta reprensión hecha por
muchos; así que, al contrario,
vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido
de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él.
Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros
sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque
también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he
hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre
nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Estas son instrucciones claramente dadas a la
iglesia, pero obviamente no encontrarás eso siendo puesta en práctica en la
gran masa de la cristiandad. No es de sorprender que haya tantos hoy que
contaminan el nombre de Cristo en el mundo llevando una vida desenfrenada y,
sin embargo, ser recibidos normalmente a la comunión de los cristianos.
Le sugiero que lea el procedimiento en la Ley de
cómo un leproso debía ser tratado. Él debía ser sacado del campamento o
comunidad del pueblo de Israel y vivir fuera de la comunidad. Los sacerdotes lo
visitaban regularmente y cuando descubrían que la lepra había cubierto todo su
cuerpo, de pies a cabeza, era declarado limpio de la lepra.
Levítico 13: 12-13 Si brotare la lepra cundiendo
por la piel, de modo que cubriere toda la piel del llagado desde la cabeza
hasta sus pies, hasta donde pueda ver el sacerdote, entonces éste le
reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará limpio
al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio.
Puede parecer extraño, pero fue escrito para
nosotros como una figura o principios, para entender que solo cuando una
persona está convencida de su pecado y se reconoce a sí misma completamente
inmunda, está en posición de ser restaurado de su pecado. Esta es la orden de
Dios.
En resumen (y repitiendo), el que cayó en pecado
debe separarse de la comunión de la mesa del Señor, pero no se trata de ser
sacado del cuerpo de Cristo, porque nadie tiene el poder para hacerlo. Él debe
ser tratado como lo haríamos con un hijo que fue castigado en su habitación por
alguna desobediencia. Se mantendrá alejado del contacto familiar hasta que
muestre arrepentimiento y ser restaurado a la convivencia normal.